Descubrir la provincia de Navarra bien merece una escapada. Sorprende que una provincia pequeña posea tal variedad de paisajes y de ahí surge su eslogan turístico, «el pequeño Reyno donde no falta de nada» . Es una tierra maravillosa que nunca defrauda y de la que puedo presumir orgulloso.
Nací en Tudela, una localidad asentada junto al río Ebro en el sur de Navarra. Tras realizar los estudios universitarios en Pamplona, me alejé de Navarra por motivos laborables. Siempre que puedo regreso con mi familia al lugar donde transcurrió mi infancia y adolescencia. Suelen ser breves escapadas en las que resulta complicado llevar la bicicleta.
En Navarra aprendí a pedalear. Recuerdo la mañana en la que los Reyes Magos me sorprendieron con una preciosa bicicleta de color rojo con la que daba vueltas y más vueltas por una calle de mi barrio en la que apenas había coches. A esa calle acudía tras el colegio y no dejaba de pedalear hasta que empezaba a hacerse de noche. Y es en las carreteras navarras donde soñé, junto a otros niños de mi edad, con ser ciclista mientras competíamos hasta quedarnos sin aliento en categoría cadete. En definitiva, en Navarra me atrapó para siempre este deporte tan maravilloso llamado ciclismo.
Me voy acercando a una edad donde es inevitable que la memoria rescate inolvidables recuerdos de mi infancia. Estampas como las curvas de herradura y los hayedos encantados de la sierra de Urbasa, el idílico valle de Belabarce junto a su bonita cascada o el acogedor pueblo de Isaba en el valle del Roncal han perdurado de manera imborrable en mi interior. Aquellos maravillosos viajes junto a mis padres recorriendo estos entornos naturales despertaron en mí la admiración que ahora siento por las montañas y todo lo que éstas significan.
Mi gran ilusión era regresar allí y recorrer en bicicleta aquellos lugares.
Mi compañero de viaje
Esta experiencia ciclista por Navarra que os voy a contar la quise compartir con un gran amigo, cuya concepción del ciclismo es muy similar a la mía. Apasionado de todo lo que rodea a la bicicleta y siempre en muy buena forma física, César es la clase de persona que todos desearíamos tener como compañero de viaje: ilusionado como un niño durante los preparativos, flexible ante los inevitables imprevistos y siempre dispuesto a ayudar a los demás.
Las tres rutas elegidas por Navarra
Diseñé las rutas con la intención de pedalear por esos lugares tan inolvidables que me habían marcado para siempre. Sólo contábamos con tres días efectivos de ciclismo, así que el recorrido lo planifiqué del siguiente modo.
La primera etapa con salida y llegada en Estella recorrería las sierras de Aralar y Urbasa-Andía subiendo los puertos de Lizárraga y mi añorado Urbasa.
La segunda jornada partiría de Isaba (valle del Roncal). La idea era adentrarnos en el precioso espacio natural del valle de Belabarce para cruzar a la provincia de Huesca y recorrer los valles de Hecho y Ansó. A continuación, volveríamos a entrar en Navarra para continuar hasta el pueblo de Navascués (otro recuerdo de mi infancia) y regresar de nuevo a Isaba.
La tercera y última etapa iba a ser la más dura con 2581 metros de desnivel. Desde Isaba ascenderíamos hacia Larra- Belagua para coronar kilómetros después la Piedra de San Martín y entrar en Francia. Una vez allí, descenso muy largo por el histórico Col du Soudet antes de enfrentarnos al colosal y temido puerto de Larrau. Desde la cima un rápido descenso entre los bosques navarros para afrontar la última subida del día, el alto de Laza y regresar a Isaba.
Nos esperaban tres jornadas de auténtico ciclismo en Navarra.
Ciclismo en Navarra: el otoño
Las fechas que teníamos disponibles hicieron que nos presentáramos en Navarra en pleno otoño (segunda semana de noviembre de 2022). Sus montañas nos recibieron con unos colores que jamás olvidaremos. Dorados, ocres, rojizos, verdes intensos… un placer para los sentidos donde las hayas, robles y pinos silvestres son los grandes protagonistas.
Como contrapartida tuvimos que estar muy atentos al tiempo. En el pirineo navarro las lluvias pueden aparecer cuando menos te lo esperas y éramos conscientes de la visibilidad reducida a partir de las 16 horas. La niebla suele cubrir los bosques de hayedos y, aunque los convierte en lugares mágicos, tuvimos que rodar con precaución.
Las mañanas son frías y las rutas las iniciamos siempre a partir de las 9 horas. Las temperaturas máximas en esta época del año no pasan de 12 o 15 grados y las mínimas pueden descender hasta los 5 grados centígrados.
Consejos para pedalear en otoño por Navarra
Fuimos previsores y en nuestra maleta cicloturista introdujimos ropa versátil que nos permitiera rodar en condiciones climatológicas cambiantes. Por supuesto, un buen chubasquero y los cubre zapatillas son muy importantes. Además, un guardabarros trasero de plástico acoplado al sillín fue un accesorio muy útil para rodar con la carretera mojada y resguardarnos la parte baja de la espalda. También es muy recomendable llevar cubiertas en buen estado porque la combinación de agua y hojas sobre el asfalto suele resultar peligrosa.
Un último consejo. Con los años soy cada vez más consciente de que nuestra seguridad encima de la bicicleta puede verse comprometida en cualquier momento. Es crucial que nos vean bien en la carretera y una de las mejores maneras para ser bien visibles es llevar luz trasera y delantera.
Primer día: Estella- puerto de Lizárraga- puerto de Urbasa- Estella (95 km)
Tras un largo y entretenido viaje en coche desde Valencia, llegamos de noche a Estella-Lizarra y descansamos en un recomendable hostal del que os hablaré más adelante.
A las 9 en punto de la mañana ya estábamos preparados. Nerviosos como cuando dos niños estrenan sus primeras bicicletas y comienzan a dar pedales. Ese día volvería a ver la mágica sierra de Urbasa, cuarenta años después.
Partimos desde Estella-Lizarra, localidad cabecera de una comarca con muchísima afición al ciclismo y lugar de paso de muchos peregrinos que realizan el camino de Santiago. Tras siete kilómetros en ligera pendiente llegamos al pueblo de Abárzuza, punto donde comienza la ascensión al puerto de Lizárraga.
Es una subida larga de 18 kilómetros, pero fácil, sin grandes desniveles. Apenas nos cruzamos con coches y nos deslizamos por un asfalto perfecto para rodar con bicicletas de carretera. Disfrutamos del silencio y de un entorno que nos seducía a cada metro. Eso sí, no perdíamos de vista un cielo oscuro que presagiaba lluvia.
Las cifras del puerto de Lizárraga (3ª categoría) nos muestran un puerto tendido y accesible:
Altitud | Longitud | Pendiente media | Desnivel |
1031 mts. | 18 kms. | 3,67 % | 521 mts. |
La ascensión al puerto de Lizárraga (1031 metros) tiene dos partes muy diferenciadas. Los primeros siete kilómetros son suaves, con pendientes que no superan el 6%. Después, alterna tramos llanos con alguna pequeña bajada y unos porcentajes que rondan entre el 1% y el 2%. Son los cuatro últimos kilómetros los que nos exigieron más esfuerzo, pero ninguna rampa sobrepasa el 7%. Justo cuando coronamos cruzamos por el túnel que accede a la otra vertiente, la de Arbizu. Desde arriba pudimos contemplar el paisaje de la preciosa sierra de Aralar.
Justo cuando iniciamos el descenso apareció la lluvia. Nos esperaban diez kilómetros de bajada y tanto César como yo coincidimos en que lo mejor era continuar para no quedarnos fríos. Además, no vimos ningún sitio para resguardarnos. Por suerte, los dos disponemos de frenos de disco y la confianza que nos transmitieron en estas condiciones tan difíciles son un punto a favor de su uso.
Finalizado el descenso llegamos al pequeño pueblo de Lizárraga. Entramos en el primer bar que encontramos abierto. El propietario debió sentir interrumpida su tranquilidad matinal porque no vio con buenos ojos que llegáramos con nuestras zapatillas mojadas. Además, al ir a pagar nuestra consumición surgió un nuevo contratiempo. Con cara de pocos amigos, el dueño no aceptaba que pagáramos con tarjeta. Tras dialogar unos buenos minutos accedió, pero aprendimos que es mejor llevar siempre algo de efectivo.
Afortunadamente pronto dejó de llover y pudimos reemprender la marcha. Pedaleamos rumbo a localidades de la comarca de La Barranca como Etxarri- Aranaz, Iturmendi u Olazagutía. Estos lugares, sus carreteras y hasta sus gentes me trasladaron a mi etapa competitiva cuando con 15 años peleaba sin respiro en la categoría de cadete. Cuarenta años después, más calmado y sin nervios, volvía a las rectas, curvas y cruces donde soñé con ser ciclista.
Cicloturismo en Urbasa: una maravilla que tienes que conocer
Y llegó el momento más esperado de este primer día. Desde Olazagutia nos adentrarnos en la mágica sierra de Urbasa por su lado norte. Declarado parque natural junto a su vecina sierra de Andía, es un espectacular espacio de recreo del que las guías turísticas hablan de bosques encantados donde las hayas y robles compiten en belleza. Otra peculiaridad de la sierra es el relieve kárstico debido al efecto que el agua ha provocado en la roca caliza y que permite la práctica de la espeleología.
Los datos nos muestran un puerto de Urbasa sin grandes dificultades:
Altitud | Longitud | Pendiente media | Desnivel |
929 mts. | 16 kms | 2,37 % | 379 mts |
La primera parte de la ascensión rodamos por las populares curvas de herradura, muy fotografiadas por los aficionados al montañismo. Subiendo por ellas fuimos conscientes de que estábamos en un lugar espectacular. Al no ser unas rampas demasiado exigentes aproveché para mirar las vistas y retroceder en el tiempo cuando observaba este mismo paisaje con los ojos abiertos de un niño a través de la ventanilla trasera del coche de mis padres.
Pedaleamos a buen ritmo junto al habitual manto otoñal de hojas húmedas depositadas en las cunetas. Pasados los primeros siete kilómetros alcanzamos una zona llana, denominada el raso, llena de pastos y frondosos hayedos donde recibimos una visita sorpresa. Varios ponis salieron a nuestro encuentro sin preocuparles el tráfico (muy escaso ese día) mientras en las praderas grupos de caballos pastaban tranquilos. Vivimos un momento muy especial. Tras las inevitables fotos reemprendimos la marcha y afrontamos la segunda parte de la ascensión.
Los nueve kilómetros restantes hasta la cima alternamos rampas suaves con pequeños descensos siempre rodeados de pastos donde se alimentan las ovejas con cuya leche se elabora el famoso queso Idiazábal.
Llegamos a Estella-Lizarra notando en las piernas el cansancio acumulado tras casi 100 kilómetros. Después de una ducha rápida, comimos en un bar donde fuimos testigos de la gran afición por el ciclismo que existe en esta zona. Las conversaciones habituales que en cualquier bar suelen girar sobre fútbol, en Estella son sustituidas por nuestro querido ciclismo. Tras un café reparador partimos en coche hacia Isaba (valle del Roncal) desde donde saldrían las otras dos rutas ciclistas previstas.
Segundo día: Isaba- alto de Zuriza- Isaba (30 km)
Llegamos a la bonita localidad de Isaba (valle del Roncal) a última hora de la tarde y lo primero que hicimos fue mirar la previsión del tiempo. Avisaban que las lluvias aparecerían al día siguiente alrededor de las 11 horas y que se prolongarían hasta las 16 horas. No eran buenas noticias así que decidimos que completaríamos sólo la primera parte de la ruta inicialmente prevista para que nos permitiera al menos rodar dos horas sin mojarnos. Tened en cuenta que Isaba se encuentra a 809 metros de altura y la temperatura bien entrado el otoño puede bajar hasta los 2 grados negativos y la máxima no superar los 15º en un día soleado. Si la lluvia aparece con estas temperaturas es difícil disfrutar de la bicicleta.
A las 9 horas en punto ya estábamos listos. Chubasqueros y cubre zapatillas no faltaron. Pedaleando por las cuidadas y empedradas calles de Isaba vimos que el cielo estaba cubierto, pero confiábamos en que se cumplieran las previsiones y que hasta las 11 horas no apareciera la temida lluvia.
Alto de Zuriza: un pequeño paraíso
Saliendo de Isaba hacia Larra-Belagua dirección Francia tomamos un cruce a la derecha que nos sumergió en una carretera de ensueño. Es el comienzo del alto de Zuriza, una ascensión de 10 kilómetros con rampas del 8% en varios tramos. La primera parte es la más dura. En esos empinados primeros kilómetros apenas habíamos calentado y las piernas tardaron en responder. Pronto fuimos conscientes de la belleza del entorno que nos rodeaba. A ambos lados pedaleamos protegidos por exuberantes y húmedos bosques de pinos silvestres y hayas. Nos deslizamos por un asfalto cubierto en sus lados por una capa de hojas y sentimos que éramos unos cicloturistas privilegiados.
A los tres kilómetros, aproximadamente, llegamos a una recta con porcentajes más suaves que cruza el valle de Belabarce, otro lugar imborrable de mi infancia donde disfruté de divertidas acampadas escolares en verano. Todavía recuerdo los fríos baños en su cascada a primera hora de la mañana. Redujimos la velocidad para admirar con calma todo el esplendor que el otoño ofrece en esta parte del pirineo navarro.
Los últimos kilómetros volvieron a ser duros y coronamos justo en el límite con la frontera de Huesca en el llamado collado Argibiela. Estos son los datos de un puerto precioso:
Altitud | Longitud | Pendiente media | Desnivel |
1315 mts. | 10,09 kms. | 4,7 % | 798 mts. |
Aquí teníamos varias opciones. Adentrarnos en el valle de Ansó (ruta inicialmente prevista) o tomar el desvío hacia el pueblo de Zuriza y subir hasta el refugio de Linza. Pero fue entonces cuando comenzaron a caer las primeras gotas, tímidas pero suficientes para regresar a Isaba y no tomar más riesgos. Al día siguiente nos íbamos a enfrentar a una durísima y larga etapa de alta montaña.
Tercer día: Isaba- Larra-Belagua- Piedra de San Martín- Puerto de Larrau- Puerto de Laza- Isaba (100 km)
Amaneció un nuevo día y desayunamos tranquilos sabiendo que la lluvia no iba a aparecer. Sin embargo, el propietario del Hostal nos advirtió que tuviéramos cuidado en Larrau porque hay días que el viento arrecia muy fuerte. Y efectivamente, revisando la previsión en esa zona de Francia, alertaban de ráfagas de viento bastante violentas.
Comenzamos pedaleando muy suave hacia el puerto de Larra-Belagua que forma parte de la ascensión completa a la piedra de San Martín. La aproximación a la subida es muy bonita. Son doce kilómetros atravesando el valle de Belagua que nos permitieron calentar las piernas antes de afrontar las primeras rampas. El objetivo desde el principio fue rodar tranquilos porque preveíamos que el día iba a ser de mucha exigencia, como finalmente fue.
El puerto de la Piedra de San Martín tiene dos partes. La primera nos lleva hasta Larra-Belagua (1026 metros de altura). Es una subida que me encantó. Con un asfalto en perfecto estado, sin coches, te sientes un ciclista importante completando un auténtico puerto de primera categoría. Tiene tramos de subida con porcentajes medios duros, alrededor del 8%, pero pudimos llevar un ritmo constante sin forzar mucho y aprovechamos para hacer algunas fotografías. Otro aspecto que me gustó es que dispone de varias curvas de herradura que permiten alcanzar altura de forma menos abrupta y observar el espectacular valle de Belagua con Isaba al fondo.
Pedaleamos por sitios que me trajeron bonitos recuerdos como la venta de Juan Pito y sus famosas migas de pastor o el refugio alpino de Belagua. Las tranquilas vacas, siempre presentes en estos parajes, nos transmitieron una inmensa paz mientras ascendíamos. César y yo nos mirábamos, no hay coches, no hay ruido, aire puro para los pulmones. ¿Estábamos en el paraíso?
La peculiar curva helicoidal
Completados ocho kilómetros de ascensión llegamos a un tramo más suave, apenas el 1% de desnivel, que nos permitió coger fuerzas para afrontar la parte final. Tras pasar un túnel llegamos a la curiosa y espectacular curva helicoidal, que en una vista aérea dibuja un auténtico círculo en el asfalto. En los cuatro últimos kilómetros, los que nos llevan hasta la Piedra de San Martín (1767 metros de altitud), el paisaje cambia completamente debido a la altura. Nos maravilló el relieve kárstico que ofrecen las laderas debido al efecto de las aguas, un paisaje de ensueño formado por profundas simas y cuevas. Toda una maravilla que nos ofreció la naturaleza antes de coronar y adentrarnos en Francia.
Estos son los datos de una ascensión exigente y espectacular:
Altitud | Longitud | Porcentaje medio | Desnivel |
1767 mts. | 14,21 kms. | 5,43 % | 772 mts. |
Nada más cruzar la frontera iniciamos la bajada acompañados de unas rachas de viento lateral cada vez más fuertes. Estuvimos muy concentrados a la hora de trazar las curvas porque las ráfagas surgían de forma imprevisible y violenta. Llegamos hasta el cruce con la estación de ski de Arette y decidimos refugiarnos al abrigo del talud de una ladera. Tras realizar una fotografía continuamos la ruta prevista y tomamos el cruce en dirección hacia St. Engrace para enlazar con el descenso del Col du Soudet, escenario de grandes batallas en el Tour de Francia.
Fueron kilómetros muy agradecidos en los que salió el sol y nos pudimos relajar gracias a la protección de los bosques que atenuaron la fuerza del viento.
Una vez dejada atrás la localidad de St.Engrace rodamos varios kilómetros junto al río Gave de Larrau con una pendiente suave, pero suficiente para que nuestras piernas comenzaran a avisarnos. Teníamos que comer pronto. Debíamos estar fuertes para ascender el puerto de Larrau, considerado el rey de los Pirineos desde la vertiente francesa, por delante incluso del col du Tourmalet.
Bienvenidos al colosal puerto de Larrau
En Francia los bares no son tan numerosos como en España. Además, en noviembre el turismo en esos lugares es más bien escaso. Barritas y plátanos nos sirvieron para ir haciendo camino y recuperar algo de energía. Nuestra idea inicial era parar y comer en el albergue/bar de Logibar, lugar desde donde muchas altimetrías señalan el comienzo de la ascensión al puerto de Larrau. Al verlo cerrado seguimos con resignación para enfrentarnos a las primeras rampas, durísimas, algunas del 15%. Son 2,4 km a una media del 10% que me dejaron vacío justo antes de llegar al pueblo de Larrau. Menos mal que en el mismo pueblo hay unos metros llanos donde pude tomarme un respiro.
Y aquí es donde decidimos que teníamos que comer porque si no, se antojaba imposible coronar un puerto tan brutal como Larrau. Eran las 13 horas, una hora límite para comer en Francia.
Comer en Francia, otra aventura más
Sólo había un local de comidas abierto en el pueblo. Era un restaurante de lujo famoso en la zona tal y como comprobamos más tarde. No nos lo pensamos y entramos. Los clientes ya tenían una atracción más aparte de los platos. Nos miraron entre curiosos y sorprendidos, pero manteniendo una educada discreción.
Sentados junto a una ventana para vigilar nuestras bicicletas, comimos dos estupendos platos del menú propuesto por el restaurante. Tras dos cafés, que, por cierto, los sirven en la barra y no en la mesa, nos apresuramos a reemprender la ruta porque no queríamos que se nos hiciera muy tarde debido a la poca visibilidad en esta época del año. Además, observamos que las ráfagas de viento soplaban cada vez más fuertes.
Salimos del restaurante y de inmediato ya estábamos subiendo. Nos sentimos bien en las primeras rampas, incluso estuvimos habladores y César pudo seguir practicanado su francés con unos lugareños que descendían a pie. Muy pronto nos dimos cuenta de que íbamos a sufrir. Dejamos de hablar, pusimos todo el desarrollo posible (compact 34 x 32, en mi caso) y nos concentramos en avanzar metro a metro. Desde el pueblo los primeros siete kilómetros dan una media del 10%, una barbaridad a la que se sumaron las repentinas y furiosas ráfagas de viento frontal que hicieron más dura la subida. Opté por caracolear con la bicicleta para avanzar mejor, una solución que suele evitar tener que poner pie a tierra. Cuando te enfrentas a unas rampas tan bestiales sólo piensas en mantener el equilibrio. Pedaleé de pie en varios tramos, pero perdía tracción y opté de nuevo por sentarme.
Hubo un momento que mi ciclo computador dejó de dar datos, casi mejor, porque prefería no asustarme leyendo los porcentajes. Conforme ganábamos altura, la vegetación dejó de acompañarnos y el viento aprovechó para azotarnos sin piedad. Comenzó a resultar peligroso y no había manera de avanzar de manera uniforme por culpa de esas ráfagas tan fuertes. Por un momento temimos no alcanzar el final.
Una dureza extrema que nos hizo dudar
Pasados esos siete kilómetros, infernales e interminables, llegamos hasta el Col de Erroymendi (1350 mts). Gracias al muro natural que cortaba una pequeña ladera nos tomamos un respiro agachados para protegernos del viento. No sabíamos si habían sido más duras las rampas o el insufrible viento. Las vistas desde allí son espectaculares, pero no fue aquel momento el mejor para deleitarnos en la contemplación. Había que continuar.
Todavía nos quedaban los cinco kilómetros finales, de los que los dos primeros son en ligero descenso, pero por culpa del viento en contra tuvimos que pedalear con fuerza para poder avanzar. Sólo nos faltaban por cubrir los últimos tres kilómetros en los que nos encontramos con rampas que llegaban hasta el 14%. Sufrimos mucho, pero al ver tan cerca la cima nuestras piernas recibieron el mejor de los impulsos.
Este coloso pirenaico por la vertiente francesa se ha ganado la fama de estar entre los más duros de los pirineos. Sus datos lo dicen todo:
Altitud | Longitud | Pendiente media | Desnivel |
1585 mts. | 14,8 kms | 8,07 % | 1194 mts. |
La satisfacción por haber coronado un puerto como Larrau (1585 metros de altura) fue inmensa y al fin pudimos sonreír. Pero si el viento había sido muy cruel durante toda la subida, en la cumbre, desprovista de protección alguna, fue inmisericorde. Era tal su fuerza que, al intentar quitarme los guantes y dejarlos sobre la hierba, éstos estuvieron a punto de salir volando.
Tras las fotos no perdimos mucho tiempo. Había que bajar cuanto antes por la otra vertiente dirección a Navarra porque todavía nos quedaba subir un puerto más antes de llegar a Isaba: el alto de Laza.
El descenso de Larrau lo hicimos con precaución rodando por un asfalto húmedo y con las hojas caídas invadiendo las trazadas debido al viento. La última parte de la bajada fue preciosa. Aminoró la fuerza del viento y enseguida nos adentramos en frondosos bosques de hayas y pinos con curvas enlazadas que convirtieron el descenso en un placer. La bajada finaliza justo en el cruce que separa Isaba, a la izquierda, de Ochagavía a la derecha. Nosotros giramos a la izquierda y enseguida comenzamos a subir el alto de Laza o portillo de Lazar (1129 metros de altura).
Es una subida que se agarra bastante, tiene 3,4 kilómetros con una pendiente media del 6%, y además con la paliza que llevábamos en las piernas se nos hizo muy, muy dura. Llegamos a Isaba bien entrada la tarde. Habíamos recorrido 100 kilómetros de puro ciclismo en Navarra, con tres puertos de montaña, 2581 metros de desnivel y un coeficiente de dureza de 790, un parámetro desarrollado por la especializada web de puertos www.altimetrías.com.
La bicicleta como escape
Ahora, cuando escribo estas líneas me doy cuenta de lo afortunados que fuimos César y yo por haber emprendido esta aventura tan especial. De vez en cuando, qué necesario es abandonar nuestras rutinas diarias y dejarnos un espacio para nosotros mismos.
Durante esos días nos enfocamos en disfrutar del ahora, saboreando cada detalle sin prisa, con la ilusión de que el tiempo no transcurriera demasiado rápido. Una inmensa paz invadió nuestra mente e impulsó al cuerpo a trabajar de forma eficaz para completar las tres rutas.
Fueron tres días que recordaremos siempre con alegría.
Cicloturismo en Navarra: alojamientos de calidad
Navarra tiene numerosos y estupendos alojamientos rurales que se pueden adaptar a las necesidades de cada uno. En nuestro caso, la oferta no fue tan amplia porque algunos estaban cerrados por descanso tras la larga temporada del verano.
En Estella tuvimos la gran suerte de alojarnos en el Bed and breakfast Zaldu. Nos sorprendió la gran relación calidad – precio y el cariño de sus dueños, un matrimonio encantador que pone un gran empeño en atender a todos los peregrinos que hacen el camino de Santiago. Ubicado muy cerca del centro, es perfecto para emprender desde allí en bicicleta cualquier ruta que os planteéis. Dispone de un buen garaje para las bicicletas y las habitaciones tienen todas las comodidades. Nos ofrecieron un buen desayuno en una sala tranquila y acogedora.
En Isaba están muy bien preparados para acoger turistas, tanto en invierno como durante el resto de las estaciones. Tened en cuenta que es un paraíso para practicar senderismo, esquí de montaña, mountain bike y por supuesto ciclismo de carretera. El pueblo conserva su arquitectura tradicional con calles empedradas y cuidan mucho todos los detalles relacionados con la conservación de la exuberante naturaleza que les rodea.
Estuvimos alojados en el Hostal rural Onki Xin (Bienvenido-a en euskera). Ubicado en el centro del pueblo y rodeado de estrechas calles empedradas es un perfecto refugio para el descanso. Sus dueños son grandes conocedores de la zona y ofrecen útiles consejos para realizar rutas de senderismo o bicicleta (BTT o carretera). El alojamiento tiene la ventaja de disponer de una pequeña cocina que permite una mayor libertad a la hora de las comidas. En noviembre hay muy pocos restaurantes o sitios para comer abiertos y disponer de esta cocina nos permitió no depender de los horarios de los restaurantes o bares. El desayuno que nos ofrecieron fue espectacular y muy completo.
¡Qué ganas me han entrado de conocer estos paisajes! Sólo he estado en Pamplona, así que tengo claro mi próxima escapada ciclista. Gracias.
He ido varias veces a Navarra pero no conozco la sierra de Urbasa. Me ha parecido espectacular. Será mi próximo viaje, sin duda.
Espectaculares rutas, espero poder realizarlas algún día.