En Ruanda es muy difícil ver a las mujeres montar en bicicleta. El uso de la misma ha sido exclusivo de los hombres, sin embargo dos chicas adolescentes, ciclistas, pueden cambiar con sus pedaladas el devenir de toda una nación.
Uwamariya y Clementine, caminaban todos los días dos interminables horas para poder recibir clases. Hasta que apareció en sus duras vidas la primera bicicleta. La querida bicicleta revolucionó sus vidas. Desde aquel momento, no sólo llegan a la escuela en apenas una hora, lo que les permite prolongar su educación, sino que también, gracias a los premios ganados en competiciones, han comprado vacas y cabras que les permiten escapar de la pobreza.
Benitha Uwamariya tiene 18 años y Clementine 17. Son las primeras mujeres ciclistas de Ruanda que compiten en carreras. El hecho es de una gran importancia en un país en el que las bicicletas son el medio de transporte más habitual, pero cuyo acceso es exclusivo de los hombres.
En Ruanda un simple cuadro y dos ruedas pueden significar vivir por encima de la línea que marca la pobreza
El ciclismo como herramienta para el cambio
La línea que separa en Ruanda a los hombres y mujeres es gruesa. Se pueden ver a los hombres ruandeses subidos en sus bicicletas desafiando las leyes del equilibrio para cargar con enormes sacos de patatas o bananas. Sin embargo las mujeres cargan peso sobre sus cuerpos, caminando. Los hombres en Ruanda pueden trabajar pedaleando en las bicis-taxi, el medio de transporte público más frecuente para desplazarse; de ahí que un gran número de los ciclistas del equipo nacional masculino de ciclismo, Team Rwanda Cycling, hayan trabajado como taxistas.
Pero a las mujeres no les está permitido ejercer de taxistas.
«Es muy extraño ver a una chica en bici» (Kimberley Coats)
Kimberley Coats es algo más que la entrenadora del equipo ciclista femenino de Ruanda. Su historia altruista está protagonizada por una perseverancia digna de admiración.
Kimberley observó que las familias ruandesas compraban bicicletas sólo a los chicos; gracias a ellas pueden conseguir cultivos y salir adelante. Pero a las chicas no les ocurre lo mismo. Esta mentalidad cultural provocó en Kimberley un cambio en su vida. En 2009 viajó desde EEUU hasta Ruanda y desde entonces trabaja por conseguir que las mujeres tengan acceso a las bicicletas; es consciente que el ciclismo puede ser la perfecta herramienta para el cambio.
Su tenaz lucha no siempre da los resultados deseados. Necesitan recursos para seguir adelante con la academia de ciclismo que construyeron y que alberga a ciclistas de Ruanda, Eritrea y Etiopía. Los ciclistas comen, duermen, entrenan, reciben clases de yoga, mecánica etc…Es un costoso proyecto dirigido también por el ex-ciclista profesional Jock Boyer.
«A veces estoy frustrada y muy cansada. Pero veo lo logrado hasta ahora y saco fuerzas para seguir adelante»
Mujeres ciclistas: escapar de la pobreza gracias a la bicicleta
Con la ayuda del ciclista ruandés más conocido, Adrien Niyoshuti, y de su equipo profesional, el Team MTN Qhubeka, Kimberley consiguió 200 bicicletas para su academia de ciclismo en la ciudad de Rwamagana, a una hora de la capital Kigali. Su primer propósito fue dotar a las chicas y chicos en edad escolar de bicicletas que les permitiera acceder a las escuelas y así poder recibir una educación digna.
«Observamos que las chicas que tenía bicicletas permanecían por más tiempo en la escuela, evitaban quedarse embarazadas fuera del matrimonio y retrasaban la edad para casarse»
Mujeres ciclistas: escapar de la pobreza compitiendo
A BenithaUwamariya cuando la vieron pedalear con su falda y su blusa rosa nadie pudo adivinar en ese instante que llegaría a ser una gran competidora. Algo debió ver el entrenador de la academia ciclista cuando le ofrecieron una de las preciosas bicicletas de carretera.
«La primera vez que monté en bicicleta me caí un montón de veces y no quería saber nada de ella. Ahora amo pedalear y me alegro de haber llegado hasta aquí»
Las palabras de la adolescente ruandesa de 18 años demuestran claramente el lugar que la bicicleta ha ocupado en sus vidas. «Puedo viajar hasta sitios que no sabía que existían y conocer a mucha gente distinta».
El momento más difícil llegó cuando tuvo que comunicárselo a sus padres. Uwamariya logró convencerles de su amor por el ciclismo y que gracias a su «nueva vida» podrían escapar de la pobreza tanto ella como su familia, quizás para siempre. Y así ha sido. En la actualidad BenithaUwamariya ha adquirido vacas y está construyendo una nueva casa con el dinero que ha ganado compitiendo.
Los compañeros y compañeras de la escuela ven que tanto Clementine como Uwamariya están haciendo algo importante y ya contemplan como firme la posibilidad de seguir sus pasos.
Lograrlo, constituiría toda una proeza en una país que todavía sufre las consecuencias del genocidio de 1994 ; un drama que cumple 20 años y que diezmó la población masculina. Las mujeres ciclistas podrían convertirse en el motor que necesita Ruanda para escapar de la pobreza.